No hay peor inversión que coleccionar lugares en vez de experiencias.
Pocas cosas son tan reconfortantes para el espíritu como lo es el viajar.. El entrar en contacto con culturas desconocidas, con diferentes pensamientos, con nuevas formas de ver la vida, es de las cosas más educativas que hay.
No hay fórmulas exactas de cómo debe ser un viaje, considero que si queremos aprovecharlo debemos ir más allá del confort de los hoteles que "todo" lo ofrecen, los tours que "todo" lo enseñan y alejarnos un poco de los lugares que "todos" visitan. Ahora bien, si a vos te gustan los viajes todo incluido e ir al lugar donde mil personas más tienen una fotografía, eso tampoco tiene nada de malo. Todo depende del objetivo con el que se viaja.
Pero sí considero que una experiencia auténtica de viaje (o viaje de inmersión como yo lo llamo) va mucho de la mano de un poco, o tal vez bastante, improvisación.
Lo único que siempre tengo de seguro cuando llego a algún país, es el hospedaje, porque esto me ayudará a acomodarme para empezar a darle rienda suelta a la imaginación. Obvio, siempre veo que puede hacerse en la ciudad o pueblo que visito, pero más como para darme una idea general de las opciones que se pueden encontrar.
Esos pequeños momentos de humanidad son los que nos conectan con el lugar.
Lo primero que hago en un destino, y que siempre funciona de maravilla, es empezar a caminar por las calles: perderme es una de mis cosas favoritas, porque a veces termino donde los turistas nunca llegan y veo cosas que otros se pierden. En Cuba por ejemplo, encontré cinco rutas distintas para llegar a la casa en la que me hospedaba. En otras palabras conocí cinco barrios diferentes. Esto abre el abanico de posibilidades de encontrar nuevos lugares para comer o para, nada más, pasar el rato.
Quitarse la pena y acercarse a los locales es otra forma de aprovechar un viaje. Así he hecho muchos amigos. Como Ángel, el soldado mexicano que se encontraba en el Zócalo o Adrián, el pintor cubano en cuyo estudio de arte estuvimos ocho horas hablando de muchísimas cosas, rodeado de sus maravillosas pinturas y contándonos de sus tragedias y alegrías. El elemento humano en un viaje es, de hecho, la parte más valiosa. Esos pequeños momentos de humanidad son los que nos conectan con el lugar.
Buscá destinos poco pensados. No es lo mismo, por ejemplo, meterse a Pinar del Río que a
Varadero en Cuba. Hasta los mismos Habaneros nos preguntaban qué ibamos a ir a hacer en Pinar del Río. Pues, justo ahí tuve las lecciones más grandes de ese viaje hablando con mi amigo Angel Martinez (QEPD), y que me dejaron reflexionando el resto del viaje.
Además de que los precios en un lugar y otro son completamente distintos. A veces ir a lugares menos conocidos puede resultar mejor inversión.
Tampoco es lo mismo quedarse en "Mid'Town" en Nueva York que ir a caminar por Brooklyn, Harlem o Bronx. No es lo mismo ver la ciudad a pie que desde el techo de un autobús lleno de turistas. Caminar, por SOHO, me hizo probar el mejor chocolate caliente con chile de mi vida, así como caminando por Harlem probé los mejores fideos tailandeses.
Hacé todo lo que hacen los locales: comé donde comen ellos, diviertite con lo que se divierten ellos. Volvete parte del entorno. Usá el transporte público. Sentí los olores y los sabores de un lugar. Sumerjite en la experiencia de lo autóctono y no te quedés afuera.
No hagás planes escritos en piedra, tené suficiente flexibilidad para darle espacio al azar y detente a admirar lo que te rodea. Que no hay peor inversión que coleccionar lugares en vez de experiencias.
Foto del Ángel, el soldado por: Verónica Verona
Las otras dos fotos por: Minor Gersala
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