Llegamos a Paraguay con una sola certeza: Sabíamos muy poco o casi nada del país. Cada paso que dábabamos era una experiencia nueva con un olor, un sonido o un sabor diferente. El viaje en general, estuvo lleno de primeras veces.
Por eso cuando en uno de los hoteles más antiguos de Paraguay saltó a nuestra vista la palabra GUANACASTE en la portada de un libro, fué muy "extraño". Es decir, en un país donde se escucha poco de Costa Rica, veíamos en una mesa un libro con las playas y paisajes más populares de nuestro país.
¡SORPRESA!
Cuando salíamos del hotel, nos encontramos con Osvaldo, el dueño del hotel y nos habló de como ese libro llegó hasta esa sala gracias a su amigo, el pianista costarricense Manuel Obregón.
Este hecho no solo nos impacto por lo que representa en sí para nosotros como costarricenses, sino también porque a través de él vimos como en América Latina estamos todos conectados de una u otra forma.
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